Es un fenómeno relativamente conocido cómo los distintos linajes —príncipes incluidos— trataron de colocar a sus familiares dentro del seno de la Iglesia de forma sistemática, con tendencia a ocupar un determinado beneficio o conjunto de beneficios eclesiásticos. En ocasiones, lo hicieron con mucho éxito. Podría decirse que obispados y abadías se convirtieron de facto en parte del patrimonio familiar, sucediéndose en su administración miembros de una misma parentela.

Los ejemplos son prolijos, tanto dentro de las fronteras ibéricas como fuera de ellas: un vistazo general en el Occidente moderno arroja similares características, personajes de una misma estirpe que se sucedieron por al menos medio siglo —cuando no mucho más—. Esto nos sitúa ante la existencia durante el período moderno de unas dinastías eclesiásticas.

Es decir, la sustitución de un prelado por otro de su misma familia, en la que el parentesco podía ser muy cercano (padres a hijos) u otros más difusos, pero con la conciencia clara de pertenecer a un mismo linaje.

Dirección: Eliseo Serrano Martín
Coordinación: Jaime Elipe